En 165 años de existencia, la República Dominicana ha dado ciertos e innegables pasos de avance, por ejemplo, nuestros gobiernos cumplen sus períodos de elección sin que sean derrocados, nuestro territorio terrestre está delimitado con precisión, y contamos con un mayor grado de libertad de pensamiento que el imperante durante varias décadas del siglo pasado. Pero también debemos ser honestos con nosotros mismos y aceptar que, como nación, hay muchos problemas, situaciones y condiciones humanas que no hemos podido resolver al paso de tantos años de historia.
Sólo dos décadas después del nacimiento de la República, fuimos víctima de una anexión a España, la cual, al corto tiempo, nos mostró que, de continuar por esa ruta, caeríamos en el abismo de la esclavitud, el servilismo y la renuncia eterna a la libertad nacional. Fue ante ese acantilado que un grupo de buenos dominicanos tomaron las riendas de los destinos nacionales y restauraron la independencia nacional en 1865.
Así mismo, durante el largo período de la dictadura trujillista, donde el tirano pudo hacerse de adhesiones incondicionales, tanto por la intimidación y la sangre, como por la creación de intereses y apetencias económicas de hombres que antepusieron su persona ante su propio pueblo, no fue sino después de 30 años, en momentos en que el régimen alcanzaba niveles de locura extrema y desconocía cualquier tipo de límites, acelerando la caída y oscuridad del pozo de tinieblas en que nos había arrojado, cuando nuevamente buenos dominicanos accionaron la decisión de salir de la tiranía y con sus propias manos terminaron ese periodo de terror.
Como sociedad, cuando estamos al borde del precipicio es cuando reaccionamos. Al vernos con la inminente posibilidad de caer para siempre en un agujero sin retorno es cuando despertamos del proceso conformista, cómodo, cínico y fatalista en que los dimes y diretes diarios de la politiquería vacía nos anidan.
Hoy, como en aquellas oportunidades, nuestro país se encuentra al borde del precipicio. Los destellos de obscuridad nos llegan todos los días en reportes de criminalidad y asesinatos, aumentos de matanzas por contratación, incremento de las actividades de corrupción impunes, determinación del destino nacional al margen de la voluntad popular. A la situación actual hemos llegado porque nuestros gobernantes y políticos fracasaron como entes de cambio, transformación y esperanza, así como también por el desinterés de los ciudadanos en preocuparse y participar activamente comprometidos únicamente con la nación en su conjunto.
Aun hay tiempo. Con la acción, participación y compromiso nacional podemos evitar la caída de nuestro país en ese abismo, y cambiar su ruta hacia la del desarrollo humano, el empoderamiento del ciudadano y la institucionalidad nacional. El primer paso es actuar.
Sólo dos décadas después del nacimiento de la República, fuimos víctima de una anexión a España, la cual, al corto tiempo, nos mostró que, de continuar por esa ruta, caeríamos en el abismo de la esclavitud, el servilismo y la renuncia eterna a la libertad nacional. Fue ante ese acantilado que un grupo de buenos dominicanos tomaron las riendas de los destinos nacionales y restauraron la independencia nacional en 1865.
Así mismo, durante el largo período de la dictadura trujillista, donde el tirano pudo hacerse de adhesiones incondicionales, tanto por la intimidación y la sangre, como por la creación de intereses y apetencias económicas de hombres que antepusieron su persona ante su propio pueblo, no fue sino después de 30 años, en momentos en que el régimen alcanzaba niveles de locura extrema y desconocía cualquier tipo de límites, acelerando la caída y oscuridad del pozo de tinieblas en que nos había arrojado, cuando nuevamente buenos dominicanos accionaron la decisión de salir de la tiranía y con sus propias manos terminaron ese periodo de terror.
Como sociedad, cuando estamos al borde del precipicio es cuando reaccionamos. Al vernos con la inminente posibilidad de caer para siempre en un agujero sin retorno es cuando despertamos del proceso conformista, cómodo, cínico y fatalista en que los dimes y diretes diarios de la politiquería vacía nos anidan.
Hoy, como en aquellas oportunidades, nuestro país se encuentra al borde del precipicio. Los destellos de obscuridad nos llegan todos los días en reportes de criminalidad y asesinatos, aumentos de matanzas por contratación, incremento de las actividades de corrupción impunes, determinación del destino nacional al margen de la voluntad popular. A la situación actual hemos llegado porque nuestros gobernantes y políticos fracasaron como entes de cambio, transformación y esperanza, así como también por el desinterés de los ciudadanos en preocuparse y participar activamente comprometidos únicamente con la nación en su conjunto.
Aun hay tiempo. Con la acción, participación y compromiso nacional podemos evitar la caída de nuestro país en ese abismo, y cambiar su ruta hacia la del desarrollo humano, el empoderamiento del ciudadano y la institucionalidad nacional. El primer paso es actuar.
El que reaccionemos sólo cuando estamos al borde del precipicio se debe a la muy popular frase que nos decribe "el dominicano pone candado después que le roban". Y es que vivimos el día a día. No hacemos conciencia de nuestra situación actual, ni analizamos hacia donde nos dirigimos. Tampoco sabemos exigir nuestros derechos como pueblo de una forma correcta y sensata. Sólo defendemos nuestro intereses. Mientras no nos afecte directamente no nos preocupamos.
ResponderEliminarHoy día están surgiendo importantes cambios en cuanto a la política de gobierno en gran parte de los demás países latinoamericanos. Los ciudadanos quieren resultados y están siendo más cuidadosos en cada paso que dan para alcanzarlos.
Si es cierto que aún hay tiempo para nosotros, pero deben darse ya mismo las condiciones para el cambio, para frenar nuestra acelerada caída. Los males sociales que más nos afectan tienen su origen y sí hay medidas factibles para enfrentarlos, a corto y largo plazo. Pero aquí se le trastornado el sentido a la política.
Todos los que componemos esta media isla tenemos el deber de abogar por el desarrollo de la misma en todos sus aspectos, pero no todos lo asumimos como un compromiso. Nos hemos dejado anesteciar durante muchos años, por las magnificas maneras de amedrentar la conciencia ciudadana, de entretenernos!!
Pero estoy de acuerdo,aún se puede. Hay que despertar.